Actualización del uso de ivermectina en el tratamiento de la Covid-19

Br. Santiago Cabral

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Ivermectina es una mezcla 80:20 de avermectina B1a y B1b, que son lactonas monocíclicas producidas por Streptomyces avermitilis. Es un fármaco utilizado en el tratamiento de enfermedades parasitarias en el humano y otros animales causadas por la infección de nemátodos transmitidos en forma de larva a los vertebrados por un artrópodo (antifilárico). También ha demostrado ser un efectivo escabicida y pediculicida (1). Ivermectina activa canales de cloruro activados por glutamato que se encuentran solo en invertebrados. La activación de estos canales aumenta la concentración intracelular de Cl- causando hiperpolarización de las células nerviosas y/o musculares del parásito; todo lo anterior determina la parálisis del parásito, que finalmente muere. Las avermectinas también interactúan con los receptores GABA en el cerebro de mamíferos, aunque con una afinidad 100 veces menor (1).
Las principales agencias reguladoras de medicamentos han aprobado el uso de ivermectina como tratamiento de la oncocercosis, estrongiloidosis, escabiosis, lesiones inflamatorias de la rosácea y pediculosis (2-3). La dosis e intervalo interdosis utilizados dependerá de la patología a tratar, el peso del paciente y de su evolución clínica.
En la mayoría de los pacientes, ivermectina es bien tolerada, particularmente en dosis única. Sin embargo puede ocasionar prurito, edema, cefaleas, linfoadenopatías, artralgias, mialgias, hipotensión ortostática y malestar gastrointestinal inespecífico. También puede ocasionar una respuesta inflamatoria a la muerte de las microfilarias (reacción tipo Mazzotti). Pueden presentarse reacciones oftalmológicas en pacientes tratados por oncocercosis. Dentro de las reacciones más graves reportadas en estudios de farmacovigilancia (fase IV) se han reportado: síndrome de Stevens-Jonhson, necrólisis epidérmica tóxica, exacerbación de asma, fiebre y convulsiones (1-3).
Este fármaco estaba en estudio antes de declararse la pandemia, como un posible antiviral de amplio espectro con posible utilidad en el tratamiento de infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), zika, dengue, entre otros, por lo que la hipótesis de su posible uso como tratamiento de la COVID-19 no tardó en llegar. En marzo de 2020 Caly et al. publicaron un estudio in vitro en donde concluyen que ivermectina tiene actividad antiviral contra SARS-CoV-2, siendo necesaria una sola dosis para controlar la replicación viral sistémica en 24-48 horas. Además sugieren que este efecto se debe a la inhibición del ingreso al núcleo mediado por el heterodímero importina α/ꞵ1(4). Este estudio fue criticado debido al uso de concentraciones de ivermectina potencialmente tóxicas en humanos y porque los hallazgos in vitro no necesariamente tienen implicancia clínica.
A partir de la publicación del trabajo de Caly et al. se han presentado varios estudios que pretenden evaluar la efectividad de ivermectina en el tratamiento de la COVID-19, aunque en su gran mayoría han sido cuestionados por sus problemas metodológicos.

 

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