Uso Racional de Medicamentos en el Adulto Mayor.
Segunda Parte: Herramientas para la detección de medicamentos potencialmente inapropiados.
Br. Santiago Cabral, Dres. Mauricio Castro, Federico Garafoni y Alejandro Goyret.
23 de marzo 2020
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Introducción
Siguiendo con lo expuesto en la edición de diciembre 2019 los adultos reciben un número mayor de fármacos en comparación con otros rangos etarios, por lo que tienen mayor riesgo de presentar reacciones adversas a medicamentos (RAM), interacciones fármaco-fármaco, fármaco-alimento, fármaco-enfermedad, más días de internación y consumo de recursos sanitarios, por lo que el uso inapropiado de los medicamentos es un problema de salud pública.1
Se considera que la prescripción de un medicamento es inapropiada cuando:1
1) El riesgo de sufrir efectos adversos es superior al beneficio clínico, especialmente cuando hay evidencia de la existencia de alternativas terapéuticas más seguras y/o eficaces. Ejemplo: el uso tan difundido de analgésicos como ketoprofeno, con elevado riesgo digestivo y cardiovascular, en vez de paracetamol o ibuprofeno, donde el riesgo cardiovascular aparece a dosis mayores a 4 g/día o 1.2 g/días respectivamente..
2) El medicamento se utiliza con una frecuencia o duración mayor o menor al tiempo recomendado, como por ejemplo el uso indiscriminado y prolongado de inhibidores de secreción gástrica.
3) Existe un riesgo incrementado de interacción nociva con otros medicamentos, enfermedades o condiciones clínicas. Los psicofármacos poseen riesgo de interacciones entre sí (pueden favorecer la depresión del sistema nervioso central (SNC), deterioro cognitivo, inhibición o estimulación metabólica) y con hierbas (hipérico o hierba de San Juan), aumentan riesgo de caídas y fracturas.
4) Existe duplicación de principios activos dentro de la misma grupo farmacológica. Como ejemplo se puede citar el uso concomitante de más de un analgésico antiinflamatorio no esteroideo o más de una benzodiazepina.
5) Se omiten prescripciones de fármacos beneficiosos para tratar o prevenir un problema de salud, como el no uso de antiagregantes en pacientes con elevado riesgo cardiovascular por temor a sus efectos adversos.
En la práctica clínica se dispone de herramientas que permiten optimizar el uso de medicamentos. Se reconocen dos tipos: las herramientas implícitas y las explícitas, muy utilizadas por geriatras y gerontólogos, así como en quienes asesoran en atención farmacéutica. Las primeras dependen del juicio clínico ya que evalúan cada medicamento según el paciente, pero el resultado dependerá de la experiencia clínica y su análisis crítico lleva mucho tiempo considerando la alta frecuencia de polifarmacia en adultos mayores. Las segundas, utilizan criterios preestablecidos basados en evidencia científica y consenso de expertos para definir medicamentos potencialmente inapropiados; son herramientas de aplicación más sencillas y reproducible pero tienen la desventaja de requerir actualizaciones frecuentes.1 Como ejemplo de estas podemos citar las escalas de evaluación de carga anticolinérgica (ver edición anterior de dicho boletín), los criterios de Beers y criterios STOPP/START. A continuación se comentarán algunas de estas herramientas.
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